Nuestro secreto.

Y lo hicimos, justamente al lado de la oficina, no nos importa que nos escucharan o vieran por las cámaras. Nos importó solo nuestra respiración como se aceleraba mientras nos besábamos, como nuestros cuerpos se deseaban cada vez más, fue inevitable el momento porque era parar y quedar con la ganas o matarlas sin importar las consecuencias de nuestros actos.

Así fue, como lo hicimos en la habitación del club, donde antes era simplemente un camerino hoy era testigo del encuentro de dos personas que estuvieron íntimamente juntos.

No hablo metafóricamente, es una experiencia de adrenalina y emociones, saber que tenemos espectadores hacia el momento incómodo, aunque igual no influyó negativamente en nuestra relación, simplemente ya no éramos dos, porque habían más a través del monitor.

Tuvimos unos segundos de besos con pasión y sexo sin control, donde solo nos importaban saciar las ganas que se crearon después de un intenso juego de miradas.

Ahí estábamos como si nada hubiese pasado, las personas a nuestro alrededor ni sospecharon lo que sucedió, aunque en mi mente divaga una y otra vez la idea de que había terceros involucrados en esto.

Mientras actuamos como extraños en el trabajo, somos parejas en la calle y  amantes en la cama, así de complicado es esto. Limitarme a sentir en un lugar solo me motiva a soñar cómo romper las reglas.